Miles de niñas y niños de áreas rurales recorren diariamente largas distancias para acarrear
el líquido vital hasta sus hogares.
Actualmente, la cobertura de agua en la zona urbana es de 95% y en el área rural llega a
69%. El acceso limitado al líquido vital en comunidades lejanas tiene incidencia directa en
su desarrollo, en la falta de instalaciones de saneamiento básico, en la desigualdad de roles
y obligaciones y en la vulneración de derechos de los niños y niñas.
En las comunidades rurales, se ha normalizado que las mujeres y niñas sean las
responsables de la recolección de agua. Ellas se ven obligadas a realizar viajes largos para
conseguir el líquido vital descuidando tiempos de educación o diversión, generando
desigualdad. Además, se encuentran expuestas a abusos o a ser víctimas de trata.
Al liberar a las niñas y niños de la carga diaria de buscar agua, pueden dedicar más tiempo a
la escuela, mejorando así sus perspectivas de futuro. El acceso adecuado al agua no solo
cambia las condiciones presentes, sino que sienta las bases para un desarrollo sostenible y
una vida más próspera para las generaciones futuras.
Se trabaja junto a alianzas público – privadas en la construcción, ampliación y mejoramiento
de sistemas hídricos para mejorar el abastecimiento del líquido vital a comunidades
vulnerables. En ese marco, desde 2015, el programa Agua Valoramos la Vida ha impactado
a más de 80 000 personas en Cochabamba, Santa Cruz, Tarija, Oruro, Chuquisaca y Potosí,
con el apoyo del Banco Nacional de Bolivia y los gobiernos municipales.