Una choza de madera improvisada solía ser la escuela de Ervin y de sus compañeros. Gracias al
apoyo de varias instituciones, ahora tienen una escuela segura y cómoda.

Ervin, de 7 años, es el único hijo de Oscar y Marisol. Ellos son una de las pocas familias jóvenes
que se asentaron en una pequeña comunidad, donde nacieron y crecieron. A pesar de la falta
de servicios básicos como agua y electricidad, aprendieron a leer y escribir en la escuela local,
que ellos mismos habían ayudado a construir con materiales locales.

“Mi escuelita era muy vieja y una mañana llegamos con mis compañeros y estábamos muy
sorprendidos porque el techo se había caído, estaba completamente descubierto, estábamos
muy tristes por lo que pasó. Mis amigos y yo nos preguntábamos, ¿dónde pasaríamos clases?",
recuerda Ervin.

Ante esta situación, los padres de familia, liderados por su líder comunitario, tomaron el
material que aún les servía y construyeron una choza de madera y chapa galvanizada que se
convirtió en la nueva escuela. Sin embargo, las condiciones no eran las mejores para los niños,
y algunos se resfriaron por pasar clases en ese clima cálido y frío.

Preocupados por la situación, los docentes se movilizaron y consiguieron el apoyo de World
Vision y el Gobierno Municipal para construir una nueva escuela en la comunidad. Ervin y sus
compañeros ahora se sienten felices y confiados de asistir a sus clases en una nueva
construcción protegida donde podrán aprender y crecer en un ambiente más cómodo y
seguro.